Nuestros amigos y colegas - héroes silenciosos! Testimonios de compañeros en primera línea de la batalla contra el COVID-19
/Hola!
Mi amigo Andrzej me ha pedido que os ponga unas líneas contando mi experiencia con el SARS-COV-2 (Covi para los amigos) así que allá voy.
Soy Javier Álvarez y trabajo en el H. Gregorio Marañón como técnico de rayos así que soy de esos profesionales que estamos en primera línea de batalla, usando el argot que se ha hecho popular. No es algo a la ligera. Lo que estamos viviendo estas semanas es algo parecido a un campo de batalla. Y si tu trabajo se desarrolla en urgencias o en la UVI, pues es como ir por un campo de minas.
En febrero empezamos a escuchar que ese virus que había aparecido en China a finales de 2019 estaba llegando hacia nosotros. Eran esos momentos en los que se le restaba importancia y era otro tipo de gripe. Algo, nuevo, pero gripe al fin y al cabo. Ya sabéis: mortalidad en gente muy mayor y con co-morbilidades y poco más.
Pero no. El primer paciente al que hice una placa en la UCI fue a finales de febrero y era una persona joven (quizás unos 50 años) y sin factores de riesgo asociados. Empezaron a llegar más y más pacientes y enseguida nos dimos cuenta de que no era “otro tipo de gripe” sino algo diferente. Era muy contagioso! Y fijaos que os estoy hablando de finales de febrero.
La UCI de mi hospital tiene capacidad para 18 camas, que puede llegar hasta 23 en caso de picos estacionales. Mi primer paciente con COVID fue a finales de febrero como he dicho. A los pocos días, ya había 5 más. A la semana ya era la mitad de la UCI y a los 10-12 días ya era íntegra de esta patología y el hospital empezó a cambiar. La UVI comenzó a expandirse por otras unidades, desplazando a otro tipo de pacientes hacia otros lugares.
No dábamos crédito a que se celebraran manifestaciones, partidos de fútbol, mítines políticos y conciertos. Pero es que no veis lo que está pasando???? No veis lo que ha pasado en Italia y que se está empezando a replicar aquí? Estamos locos o quéééé??????
Todos estábamos muy inquietos. Este bicho era algo muy desconocido, contagioso y letal. No estábamos seguros de nada, así que íbamos a hacer las placas (en mi caso) con todas las protecciones posibles. Os aseguro que estar dentro de una habitación de UCI junto a otros profesionales (enfermería, médicos, auxiliares, limpieza…), con todos los cacharros que hay en esas habitaciones, súmale el aparato de rayos y el famoso EPI: Encima del pijama de hospital te pones el mandil de plomo y encima una bata plástica. Como hay pocas de esas, no puedes gastar una para cada paciente así que encima te pones otra desechable de papel que es la que te vas cambiando entre habitaciones. Doble guante, gorro en la cabeza y gafas de protección, que son como de bucear. Imaginaos trabajar y moveros con eso durante 2-3 horas seguidas; más tiempo no se aguanta y cuando acabas te tienes que cambiar entero y duchar porque estás completamente empapado. Las gafas se empañan y vas casi al tanteo. Además de las precauciones normales de las sondas, vías, tubos y demás, hay que añadir un cuidado extremo para que no se desconecte el respirador porque empiezan a salir microgotas a tope y eso es muy chungo.
Se gasta mucho material y rápidamente empezó a escasear, lo que sumado a la presión de trabajo y el estrés es una bomba de relojería. Pero hay que decir que en estos momentos tan intensos aparece el sentimiento de compañerismo y solidaridad entre los currantes. Claro, que hay excepciones porque sabéis que las crisis sacan lo mejor, pero también lo peor de las personas.
Total, que una gran carga de trabajo, que pasa a multiplicarse por 3 así que es necesario más personal porque no damos abasto. En esas 3 primeras semanas llegaba a casa agotado física y mentalmente y os aseguro que casi todos los días pasaba un buen rato llorando de angustia. Si, angustia. Esa es la palabra que mejor define las sensaciones. Añado rabia, frustración y desesperación, pero la angustia lo invade todo.
Después me contagié. Pocos síntomas y leves por lo que hasta que pensé que podía haberme infectado y fui a salud laboral pasaron 3 días. 3 días que fui contagiando a vaya usted a saber cuántas personas a mi alrededor a pesar de las precauciones que tomamos todos desde el principio. Me hicieron la PCR que dio positiva como sospechaba y me quedé asilado en casa 2 semanas, las cuales me vinieron muy bien para descansar física, pero sobre todo emocionalmente. Cuando esto acabe, los psicólogos y psiquiatras van a tener muuucho trabajo.
A mi vuelta al hospital me he encontrado un gran cambio. Aquellas 18 camas que os dije al principio, y que vi cómo crecieron hasta las 40 aprox. ahora son 110. Se han ocupado espacios inverosímiles, como la biblioteca. Mi hospital se ha convertido en un monográfico COVID. Aunque en el momento de escribir estas líneas parece que la cosa está aflojando y se empiezan a replegar algunas alas de algunas plantas para alojar a pacientes “normales” de nuevo. Ya veremos qué pasa con los nuevos picos, que vendrán.
La lucha cotidiana es la falta de material, lo cual te hace estar más expuesto y tener más miedo, y la sobrecarga de trabajo, que la sigue habiendo. Porque aunque la urgencia y las plantas estén más tranquilas, la UVI sigue absolutamente desbordada. Hoy hay 100 pacientes, que son menos de 100 pero mucho más de 18. Y son pacientes de larga estancia.
La semana pasada entré a una habitación y había 2 pacientes: uno de mediana edad y que no estaba mal (al que le hice la radiografía) y el otro una persona mayor que estaba acostada. En realidad había fallecido. No se cuánto tiempo llevaría en ese estado. Quizás horas. A la siguiente habitación que iba a entrar para hacer la Rx a los 2 pacientes, me dijo la enfermera que lo dejara para el turno de la tarde y que solo se haría a uno de ellos. Podéis imaginar el motivo. Dos días después presencié una extubación en la UCI. Fue un gran momento; muy emocionante. Lo malo es que antes de acabar el turno, hice placa de control a 4 intubaciones nuevas.
Y así es el día a día. Hay algunas buenas noticias y muchas malas noticias. Hasta que se invierta esa relación pasará tiempo.
Los pacientes están muy solos y todos reflejan miedo en su mirada cuando te acercas para hacerles el estudio. Y no creo que sea por el traje que llevamos (ahora parece que hay algo más de material, pero va por días), sino porque son conscientes de que de este puto virus se desconoce mucho más de lo que se conoce y nos va a costar ganarle la partida. Que lo haremos, pero va a costar. Es muy duro para todo el mundo saber que a muchos de ellos, sus familias les han dejado en urgencias y ya nunca les verán de nuevo. Ni siquiera en el funeral. Eso es muy fuerte.
Me cabreo muchísimo cuando veo por la calle gente que no acaba de ser consciente de la gravedad de la situación. Son esos que piensan que las desgracias y los accidentes siempre les pasan a otros. Y no se dan cuenta de que pueden estar contagiando sin enterarse a gente vulnerable y que acabe en el otro barrio. Me cabreo muchísimo cuando veo gente que no tiene ni idea de cómo ponerse o quitarse unos guantes o una mascarilla y van contaminando todo a su paso. Las técnicas de higiene de manos se deberían enseñar desde pequeño así como el concepto de “aislamiento de contacto”. Pero eso no tiene cabida en los planes de estudio de infantil y primaria y así nos va. A ver, piensa: Si tus guantes están contaminados y no dejas de tocarte la mascarilla porque te pica la nariz, la vas a contaminar. Luego te quitas esa mascarilla sin guantes, la guardas en el bolsillo para la próxima salida a por el pan y no te lavas las manos. No te das cuenta de que vas ensuciando todo a tu paso? Simplemente usa el sentido común!
Bueno, acabo ya este testimonio con una reflexión, que algunos ya conocéis. Aunque la cara visible de esta crisis son los profesionales sanitarios y en concreto lo médicos y enfermeras, pensar que esto es una cadena y que todos los eslabones son iguales de importantes. Si falla alguno, la cadena se rompe y la bici no anda. Así que mi reconocimiento para los médicos de urgencias, los médicos de intensivos y las enfermeras y auxiliares que los acompañan, por supuesto. Pero también, y muy especialmente, para las limpiadoras que limpian las habitaciones y retiran todos los residuos que generamos (que son muchos), los celadores, los técnicos de laboratorio que hacen las PCR, los técnicos de Rayos que hacen las placas y los TACs, personal de cocina, transportes, manteniento, electricistas, fontaneros, informáticos, lavandería, esterilización, personal administrativo…. Los sanitarios solo somos un grupo en esto y necesitamos a todos para que esto funcione.
Y además está la gente externa a la sanidad que nos ayuda igualmente. En estos días, cuando no estamos trabajando (que es casi todo el tiempo), estamos comiendo y vamos a acabar todos en el endocrino: no faltan las donaciones por parte de no-se-quién para los que curramos en el hospital de fruta, dulces, pizzas, empanadas, en fin. De todo. Gracias a toda la gente solidaria, de verdad.
Os dejo el link de dos artículos que han salido hoy en el periódico y que describen bien la situación actual de mi hospital y un par de fotos.
https://elpais.com/elpais/2020/04/16/album/1587046381_924319.html
Gracias a todos los que sois solidarios y estáis contribuyendo en esta crisis, sumando en vez de restar (que también los hay).
Javier Álvarez
18/04/2020